Peregrinación a Guadalupe

Peregrinación a Guadalupe

Los pasados días 29 de abril a 2 de mayo un grupo de fieles pertenecientes a la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario emprendimos una peregrinación con el objetivo de renovar la consagración de la Parroquia a nuestra madre María, que se había llevado a cabo el pasado año en Fátima.

Guiados por nuestro párroco, el padre Jesús Mari, junto a los padres Patricio, Miguel Ángel y Eduardo, la peregrinación, antes de llegar a cumplir con su objetivo principal, fue pasando por una serie de etapas de hondo contenido espiritual.

Destacaría el alojamiento que tuvimos en el centro de espiritualidad del santuario de Nuestra Señora de la Montaña, situado en un enclave excepcional sobre la cima de un monte a 150 m sobre la ciudad de Cáceres, desde el que se divisaba ésta por completo, pero lo suficientemente apartado como para permitirnos celebrar la Misa, rezar el Rosario o la liturgia de las horas alejados del mundanal ruido. Nuestra Señora de la Montaña, por cierto, no se encontraba en su casa, pues por estas fechas baja hasta la Concatedral de Santa María para dejarse querer por el acogedor pueblo cacereño. Visita obligada era, por tanto, ir a saludar con gozo y agradecimiento a nuestra anfitriona en su alojamiento temporal.

Maravilloso el descubrimiento de las letanías de la Preciosa Sangre de Cristo y más cuando se tiene el privilegio de poder rezarlas en la antigua Iglesia jesuita de la Preciosa Sangre de Cristo, a los pies de nuestro querido San Francisco y de otros dos grandes, San Francisco Javier y San Francisco de Borja. ¡Toda una experiencia!

Para desplazarnos entre estación y estación de la peregrinación disponíamos de una particular “capilla sobre ruedas” pilotada por un auténtico ángel de nombre Julio. En esta capilla, el Rosario se rezaba con especial intensidad, las vísperas resonaban a dos coros y la alegría era permanente, ya fuera por las dotes de animador de fray Miguel Ángel, las exhibiciones líricas multinacionales, el ingenio de Consuelo, nuestra particular recitadora de “ripios” o la contagiosa pasión por su tierra de Conchita.

Tras Cáceres vino Yuste, el pequeño y delicioso monasterio en el que Carlos V se recogió para preparar su peregrinación definitiva. Y por fin… Guadalupe. Tras un Rosario preparado con gran cariño y devoción, la Consagración. Luminoso amaneció el día que hubo de ver como 4 sacerdotes acompañados de 52 fieles y algunos otros peregrinos que allí se nos unieron, renovamos, en una solemne Eucaristía, la consagración a Nuestra Señora. El especial cariño, mimo y dedicación exhibido por concelebrantes, monaguillos, lectores, fotógrafa, coro… ¡magnífico coro y angelical salmista! y fieles, consiguieron inmortalizarla en el recuerdo colectivo de nuestra Parroquia.

Me pareció percibir que la Virgen de Guadalupe y el niño Jesús que la acompañaba sintieron cierta alegría, lo que se pudo confirmar más tarde cuando ambos nos ofrecieron una inolvidable recepción privada en la que pudimos estar y rezar junto a ellos. Pero además se mostraron muy generosos pues nos hicieron un regalo muy especial que jamás olvidaremos. Y es que por si acaso 56 personas pudieran parecer un número reducido para representar a toda una parroquia, nos hicieron darnos cuenta de que en esas 56 personas había representadas hasta 8 nacionalidades diferentes, a saber, Angola, Cuba, Honduras, Nicaragua, Perú, Venezuela, Guatemala y, por supuesto, España. Pero, además, con edades comprendidas entre los 8 años de Silvio y los 90 (casi 91) de Vicky… aunque, bueno, en realidad acudió un peregrino más joven, si bien no pudimos verle todavía pues asistió a las celebraciones desde dentro de su vientre materno, como allí nos anunció su padre con gran emotividad. También nos hicieron ser conscientes de la presencia de fieles pertenecientes a tres generaciones de la misma familia. En definitiva, nos demostraron que habían constituido un excepcional grupo, que pese a su aparente heterogeneidad (incluyendo las muy diferentes condiciones físicas de unos y otros), gozaba de una fuerte cohesión interna sustentada en el permanente acompañamiento y cuidado que nos brindaban.

Obligada mención especial hay que dedicar a Ángel e Isabel, que dieron muestras de gran profesionalidad en su complicada labor organizativa en la que, no sólo nada falló, sino que se alcanzó un alto grado de excelencia.

En definitiva, la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario… nuestra Parroquia demostró ser un poco como el referido Monasterio de Yuste, sobria y humilde en apariencia, pero capaz de ofrecer un acompañamiento religioso digno de emperadores.

Juanjo

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