Querida familia franciscana:
Deseo compartir con vosotros el sentir de estos días de peregrinación en Asís y Roma, del 6 al 13 de julio, en los que hemos visitado los lugares en los que nuestro hermano Francisco nació, vivió haciendo mucho bien y murió, dejando con su forma de hacer un ejemplo para que lo sigamos todos los que nos sentimos franciscanos. Me siento privilegiada por haberlo podido vivir en compañía de nuestros queridos frailes Juan Antonio, Luis Esteban y Antonio. También con las personas que han venido de diferentes lugares de España: Barcelona, Granollers, Pamplona, Sevilla y nosotros de Madrid.
Ha sido una convivencia muy positiva y bonita para todos, compartiendo sentimientos, emociones, Eucaristías, charlas, comidas, traslados… Hemos formado todos una gran familia franciscana. Gracias a todos.
Mi experiencia personal ha sido emocionante, y me he sentido impactada desde el principio. Voy a ceñir mi comentario a Asís y su entorno, porque Asís es una ciudad especial, diferente, y sentí que me trasladaba a “otro tiempo”. El enclave en que se encuentra, sus calles, casas, iglesias, Basílicas… En muchos momentos me he sentido desbordada, con los sentimientos a flor de piel: estar donde nació Francisco, en la iglesia en que le bautizaron (Santa María la Mayor, en la que también fueron bautizados Clara de Asís, Bernardo…); caminar por donde él lo hacía; tocar la piedra de la casa en la que vivió; conocer el lugar donde se despojó de “toda su ropa” para dedicarse totalmente a Dios; rezar delante del Cristo de san Damián (se encuentra en una capilla de la Basílica de santa Clara). Me hubiera quedado horas contemplando al Cristo que le habló a san Francisco.
Hemos visitado muchos lugares, todos muy interesantes, que me han emocionado en más de una ocasión. La Basílica de san Francisco es maravillosa (tuvimos visita guiada); allí se encuentra, en la cripta, la tumba del Santo. Un momento especial fue cuando visitamos la Porciúncula de Nuestra Señora de los Ángeles, que fue tan importante para Francisco, pues allí se formó la primera fraternidad. Es una pequeña capilla de 4×7 metros que está dentro de una Basílica monumental del siglo XVI. Allí murió Francisco. Fue único poder tocar y besar la piedra de las paredes de la casa, estar en el sitio en que murió. Casi todos los acontecimientos de su vida tuvieron como escenario este lugar.
En el santuario de Greccio viví la Navidad de 1223. Celebramos la misa con villancicos navideños, visitamos el primer Pesebre que, por iniciativa de san Francisco, se representó con el buey y el asno, y en medio el pesebre lleno de heno (sin el niño Jesús). Allí la pobreza es ensalzada, se valora la humildad y Greccio se convierte en una nueva Belén. Fue todo muy emotivo.
El santuario de Fontecolombo (denominado el “Santuario de la Regla” o el “Sinaí franciscano”) es donde Francisco redactó la Regla, es decir, la “norma de vida de los frailes”. En el Monte Alverna san Francisco recibió, como don y gracia, la impresión de las llagas de Cristo, que llevó en su cuerpo durante los dos años que le quedaron de vida.
Cada día, cada sitio, cada momento, ha sido mágico, lleno de conocimientos, historia y emociones, como la pequeña iglesia de san Damián, donde se encontraba originalmente el Cristo que le habló a Francisco diciéndole: “Francisco, repara mi Iglesia”, y él se puso a reconstruir aquella capilla. Allí comenzó a florecer la familia de los “Hermanos menores” y las “Damas pobres” o Clarisas.
La noche de la “Vigilia de oración” en la cripta de la Basílica de san Francisco, en la que se encuentra la tumba del Santo, superó todas nuestras expectativas. ¿Cómo explicar lo que sentimos todos? Entró en la cripta sólo nuestro grupo, pues la abrieron exclusivamente para nosotros. Cantamos, rezamos, sentimos emociones fuertes. En este lugar de sencillez, austeridad, desapropiación y de “hermana muerte”, dijimos a san Francisco: “¡Gracias por conocerte!”. ¡Qué inmensa fortuna, ser franciscanos y franciscanas de corazón! Las emociones nos desbordaron al juntarnos todos alrededor de la tumba y vivir la “unión total”, unos con otros y todos con san Francisco. Fue mágico, maravilloso, desbordante. Jamás olvidaré esa noche.
Te pido Señor que la semilla de san Francisco nos cale a todos y nos haga valientes, sencillos y comprometidos, como él lo fue con el Evangelio, y que esta peregrinación nos ayude a serlo.
Te doy gracias Señor por tu constante Amor y Misericordia. Te doy gracias por nuestro hermano Francisco.
Paz y Bien, Nati.
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