Peregrinación parroquial a Polonia

Peregrinación parroquial a Polonia

Si algún paseante se detuvo a mirar cómo se despedía un grupo de personas que bajaba de un autobús el 23 de abril de 2024 a las cuatro de la tarde, seguramente pudo pensar: ¡Mirad cómo se quieren! Como se decía de los cristianos de la primera época.

Treinta y ocho personas, junto a dos frailes franciscanos, Fray Jesús Mari y Fray Joaquín, terminábamos una peregrinación que iniciamos el día 14 y que nos había llevado a conocer la espiritualidad de la entrega a Dios sin límites, Su Divina Misericordia, y la confianza total en María “Totus tuus”. En definitiva, la luz del AMOR con mayúsculas, tres testigos que interceden por nosotros: san Maximiliano María Kolbe, santa Faustina Kowalska y san Juan Pablo II, siempre con la mirada centrada en María.

Comenzamos con la visita a Varsovia, que fue destruida en un ochenta por ciento: el gueto judío pobre, con casas reconstruidas en distintas épocas, “caótica arquitectura”, como decía la guía y, por el camino Real, a la bella ciudad antigua. Hicimos parada en la iglesia donde está enterrado, en el exterior, el beato p. Jercy Popieluszko, sacerdote muy querido que luchó por la libertad de Polonia, mártir en la época comunista.

Al llegar a Niepokalanow, Ciudad de la Inmaculada, nos dan la bienvenida a los dos lados de la entrada una imagen de san Maximiliano y otra de san Juan Pablo II. Los Franciscanos Conventuales custodian este lugar. ¡Cuánta emoción, especialmente para los mílites, que representábamos a todos los de España! La gran obra del padre Kolbe, una ciudad editorial en la que, en 1938, vivían más de setecientos frailes trabajando en la revista “El Caballero de la Inmaculada” para hacer arder el amor de Dios en millones de corazones de toda Polonia, dejándose siempre guiar por la Inmaculada. El p. Jesús Mari se revistió con una preciosa casulla de san Maximiliano para celebrar la eucaristía en la primitiva capilla de madera. En la capilla de la Adoración, con la custodia tan conocida y maravillosa de la Inmaculada conteniendo en su pecho a su Hijo en la sagrada Forma, los mílites oramos por las intenciones que nos habían confiado y trajimos desde Madrid.

Seguimos camino a Poznan y Wroclaw. En esta hermosa ciudad nació y estudió Edith Stein, santa Teresa Benedicta de la Cruz, carmelita descalza y patrona de Europa, que murió en el campo de exterminio de Auschwitz un año después de San Maximiliano Kolbe. Recorrimos sus calles, plazas, monumentos, el río Óder con sus puentes y embarcaderos, conocimos datos de su historia…

Llegamos a Czestochowa, con la gran emoción de orar en presencia de la Reina de Polonia, la Virgen negra, un icono que se encuentra en el monasterio de los Paulinos de Jasna Gora. A muchos nos “tocó” la profunda mirada de la Virgen, que nos señala a su Hijo como el camino hacia el Padre. Fue un signo de Iglesia sinodal ver a nuestro grupo de peregrinos unidos a tantos otros peregrinos llegados de distintos países para orar a la Mediadora de todas las gracias.

Por la noche llegamos a Harmeze, donde nos esperaban en su Centro de Espiritualidad las “Hermanas Misioneras del padre Kolbe”. Amables, acogedoras, fuertes a pesar de su edad. En esta etapa de la peregrinación nos esperaban momentos duros, de fuertes sentimientos.

El viernes 19, después de la misa, visitamos Auschwitz. Ya desde la entrada, atravesando un corredor con altas losas de granito donde estaban escritos los nombres de los exterminados en el campo de concentración, una voz profunda, llena de recuerdo y conmemoración, los iba nombrando uno a uno en un bucle infinito. Lo recorrimos, visitando pabellones, y llegamos al número 11, donde está la celda de la muerte y donde murió de hambre y sed San Maximiliano y nueve presos más. En el centro hay un cirio pascual: ”Y muerto el que es la Vida, triunfante se levanta” (Secuencia pascual). Podíamos imaginar el sufrimiento.

Visitamos después Birkenau, con los crematorios dinamitados por los nazis antes de huir ante la llegada de los aliados. Tremendo. Por la tarde rezamos un rosario por la Paz y un bendito tiempo de adoración y meditación, para dar paso más tarde a la visita del Museo. Unas pinturas de un ex preso de Auschwitz a quien, después de un accidente vascular, su médico aconsejó, como terapia, que pintara lo que había vivido en el campo de exterminio. Las imágenes son tan brutales que estás viviendo lo que imaginabas en los pabellones de Auschwitz. Presente el dolor de Dios con Jesús en la Cruz uniéndose a tanto sufrimiento injustificable.

La siguiente etapa, más amable y de recuerdos imborrables para todos los peregrinos: Wadowice. Donde nació san Juan Pablo II. Fuimos a la iglesia donde fue bautizado; en la pila bautismal, muchos de nosotros renovamos las promesas bautismales. Visitamos su casa, el museo, que está lleno de tantos recuerdos, como sus sotanas, las catorce encíclicas, su afición a la montaña… ¡el atentado! Una vida tan rica, casi imposible de abarcar.

Y continuamos camino a Lagiewniki, donde está el centro dedicado a la Divina Misericordia más importante del mundo, allí está el convento donde vivió y murió santa Faustina Kowalska, la capilla donde se encuentran la tumba con las reliquias de la santa y el cuadro de Jesús Misericordia con el letrero en polaco “Jesús confío en ti”, y la basílica. Fueron momentos de mucha paz, oración y entrega personal.

La visita a Cracovia, marcaba ya el final de la peregrinación. Es una ciudad muy hermosa, visitamos la iglesia más importante de la ciudad, la basílica de Santa María, con un retablo en forma de tríptico del siglo XV donde está representada la dormición de la Virgen María de manera muy especial, ¡espectacular! También, el antiguo Mercado de Paños, el barrio judío.

Terminando ya, nos llevaron a Wieliczka, a visitar la mina de sal, una de la más antigua del mundo. Forma una ciudad subterránea con más de trecientos kilómetros, con capillas, lagos, y todo con esculturas talladas en las paredes de sal, con lámparas de cristales de sal. Y todo a 140 metros bajo tierra.

Sin incidentes, todos felices, dimos gracias a Dios, a los santos mediadores de esta peregrinación y al “trío organizador”, que con tanta dedicación nos ha hecho felices una vez más. Bajo la guía y el cuidado amoroso de nuestra Madre del cielo.

¡Siempre con María!

Una peregrina.

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